Por
Lautaro Leufulafquén
Alférez
Baile Chino Adoratorio Cerro Mercacha
Hace unas
semanas el estado chileno otorgó un permiso para la instalación de una antena
en uno de los tesoros arqueológicos de Chile, el Sagrado Cerro Mercacha. La Subsecretaría de
Telecomunicaciones lo concedió desde las oficinas de Santiago, sin percatarse
de que justo donde pensaban poner la base de telecomunicaciones, existían
vestigios de las ceremonias solsticiales que regían el mundo hace más de 500
años. Esta forma de insensibilidad se llama ignorancia, y no la podemos
catalogar de algo raro, pues para muchos de los que orbitan las esferas del
poder, un cerro no es más que un montón de tierra. Esa misma ignorancia se
refleja en los proyectos mineros en Putaendo o la
Falsa Ley de Glaciares, hoy en debate
público.
Sin embargo,
el pueblo y su gente, aún mantiene vivo el legado que hizo antaño al Mercacha
un lugar de culto y de conexión con los dioses. Todavía un puñado de personas
sube y celebra fiestas ancestrales en un lugar mágico, en donde la naturaleza
abre una puerta al hombre para compartir con él, un poco de la sabiduría que da
sentido a la existencia. Esos lugares han sido los elegidos para que la
humanidad comprenda cómo respira el universo, aprendizaje que por siglos hemos
olvidado los chilenos, pero que lentamente vuelve a despertarse.
Frente al
Estado, que hace tiempo perdió su Alma, estamos los seres humanos que habitamos
el sagrado Valle del Aconcagua y que tratamos de recuperar la conciencia y
sabiduría de nuestra tierra. Esta pugna se resuelve mirando nuestro origen,
volviendo a la raíz en donde encontraremos el sentido. Y ese sentido se palpa
en la sabiduría de las tradiciones y en pueblos originarios esencialmente.
Los Chinos del
Mercacha son parte de ese despertar a la conciencia antigua de los antepasados.
Un despertar que se generó en el altar del cerro “la Mesa ” hace ya siete años,
cuando niños, apoderados y profesores del sector El Sauce, soplando sus
flautas, generaron el sonido de Aconcagua, un sonido milenario que despertó la Waca o Piedra Sagrada Solar
del Mercacha y con ella, las otras rocas santas que desde las cimas atesoran
sus secretos.
Ahora que vuelven
a despertar estos ojos de lo divino, protectores del espíritu del Valle y a
pesar de que hace siglos, el estado chileno se ha encargado de borrar las
huellas del hombre prehispánico, como si fuera su misión esforzarse por
confundir nuestra raíz dejándonos en un limbo; se levanta un espíritu en
Aconcagua, espíritu que une las cumbres sagradas del Valle Grande, renovando el
Newén del primer nido.