11 febrero 2010

ESCONDIDOS TEMPLOS


Cada vez que un aconcagüino sube a un cerro y observa el horizonte circular que se encuentra frente suyo, se encuentra con secretos rincones que en otro tiempo habitaron los dioses. Y el habitante de este valle no lo sabe, es más, muchas veces ha debido merodear por aquellos sitios sin sospechar la inmensa significación ancestral de aquella tierra.
No todos están perdidos en la tupida geografía por cierto, pues, nuestra cultura españolizante, se preocupó, siniestramente, de disfrazar el espacio sagrado indígena, con los brillantes, pero extranjeros trajes de la cristiandad, y lo hizo instalando símbolos de este credo en los mismos y exactos puntos sacros antes utilizados por el primer habitante. Es así como hoy varios de los cerros del valle, y supongo que de Chile y América, se engalanan con cruces, como queriendo elevar la vista y el alma de quien la mira, nunca eso sí, relatando el verdadero origen de aquella religiosidad telúrica.
En el caso de Aconcagua, y como participante activo de los Bailes religiosos de origen precolombino, me ha tocado visitar varios de estas zonas que siempre se erigen a mediana altura y que están orientados hacia importantes puntos, casi siempre relacionados con la salida y puesta del sol. En algunos incluso, aún existen vestigios de la antigua cultura, como petroglifos o piedras tacitas. El ritual que llevamos a cabo entonces, no es más que la recreación de ese otro tiempo, con modificaciones claro está, como el idioma utilizado, la naturaleza de los instrumentos probablemente, pero en su raíz más profunda, se trata del mismo movimiento sagrado, del mismo espíritu actuando en los cuerpos.
Especial significancia tiene en este respecto el cerro Mercacha, que se eleva al este de la ciudad de Los Andes. En su cima se instaura el adoratorio más importante del valle del Aconcagua. Allí por ejemplo, hubo una histórica batalla entre Pedro de Valdivia y el cacique Michimalonco, y se conservan aún vestigios de los debe haber sido una especie de ciudadela en altura, pues hay esbozados entre las piedras una veintena de construcciones. Todo eso lo sabemos, pero eso es letra muerta.
Resulta urgente en un tiempo como el nuestro redescubrir las conexiones con lo sagrado, o mejor dicho, redescubrir en nosotros la mirada que sea capaz de vislumbrar los puentes con el espacio divino, reunirnos y volver a ser. Por lo mismo y en busca de ese estado, la nueva “Cofradía de Baile Chino Adoratorio Cerro Mercacha” nacida al interior de la Escuela Básica y Rural El Sauce de Los Andes, subirá próximamente a este antiguo centro ceremonial a reinstaurar el ritual que allí se debió realizar hace ya varios siglos y que dejó de rememorase por el manto de prejuicios y innumerables supersticiones que la iglesia se encargó de repartir, buscando alejar a la población de origen indígena de estas manifestaciones ancestrales.
Y mañana al menos unos pocos, levantarán sus ojos y sabrán mejor en dónde están respirando, quienes realmente son y en dónde de verdad se elevan sus escondidos templos.

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